Al ser el órgano más grande del cuerpo y el único externo, la piel es un reflejo directo de tu salud interna: física, mental y emocionalmente. Es como nos mostramos al mundo y a menudo es lo primero por lo que nos juzga la gente, incluso nosotras mismas.
Los músculos y los ganglios linfáticos de la cabeza y el cuello constantemente están recogiendo, reaccionando y procesando estímulos. Usas la cabeza para pensar, hablar, oler, percibir, saborear y experimentar el mundo. La boca, los oídos, la nariz, y la garganta son vulnerables a las toxinas ambientales. Si hay estancamiento bajo la superficie de la piel como resultado apretar la mandíbula o estar mirando la pantalla todo el día, al flujo de nutrientes vitales y oxígeno le cuesta llegar a las células. La tensión muscular también puede obstaculizar la capacidad de los vasos linfáticos para eliminar desechos. Para mantener una salud resplandeciente en el exterior, debes cuidar de tu interior. Cuando se acumulan toxinas, se nota en la piel.